Diecisiete años después de 'La estanquera de Vallecas', Eloy de la Iglesia
se sitúa tras las cámaras para verter en imágenes la novela de Eduardo
Mendicutti 'Los novios búlgaros, drama intimista que describe la apasionada
historia de amor entre un acomodado homosexual (Fernando Guillén Cuervo) y
un 'chapero' búlgaro sin papeles (Dritán Biba), dispuesto a sacar todo el
provecho que pueda de la entrega sin condiciones de su amante, «un señorito
español con mentalidad de hidalgo y cuerpo de perdida», en descripción
del propio Mendicutti.
De la Iglesia se afana en su traslación en imágenes a la hora de narrar
esta desgarradora historia, con sincera honestidad, en sintonía con las
relaciones mostradas en 'El diputado', 'Navajeros', 'La mujer del ministro',
'Colegas' y 'El pico'. El filme se decanta por la descripción de
sentimientos encontrados, donde se insertan aspectos irónicos y situaciones
no exentas de sentido del humor, en un contexto en el que prima la marginación
social y el sexo duro. Demos la palabra al cineasta de Zarautz: «No tengo
la compulsiva necesidad de gustar como otras veces». Fernando Guillén
Cuervo matiza: «Hay planos hermosamente obscenos. He rodado uno en el que
me penetran analmente y donde se cuenta de principio a fin lo que eso
significa. Es el mejor personaje que he tenido nunca y mi mayor logro sería
que se identificaran con él hombres y mujeres». Curiosamente, Guillén
Cuervo fue el encargado de doblar al malogrado José Luis Manzano en 'La
estanquera de Vallecas'.
Sexo visualizado
Ambientada en el barrio madrileño de Chueca, este melodrama de nuestros días
lleva hasta sus últimas consecuencias una historia nada fácil ni
acomodaticia, filmada sin perifollos inútiles, en cuya escenografía De la
Iglesia se mueve con confiado aplomo. Un buen conjuntado reparto completa
las bondades de un filme a contracorriente, que deriva por momentos hacia
uno de los temas más controvertidos que suscita la historia que se nos
cuenta: el sexo leído contra el sexo visualizado. Claro que, para
entendernos, estamos hablando de un sexo no pornográfico, sino p
lanteado
desde la óptica de la normalidad.