LA MALA EDUCACIÓN

 

Almodóvar aparta el cáliz eclesiástico

Por Dana Thomas
Newsweek

El realizador español Pedro Almodóvar es famoso desde hace tiempo por sus relatos coloridos, conmovedores y a menudo graciosos de personas marginales: travestidos, actrices neuróticas, drogadictos y monjas díscolas. En su última película, La mala educación, que se estrenó la semana pasada en el Festival de Cine de Cannes, Almodóvar aborda uno de los mayores tabúes: el abuso sexual de sacerdotes.

Ambientada en un colegio de pupilos católico para varones en España -- muy parecido al que frecuentó el propio Almodóvar -- La mala educación describe el amor que siente el profesor de literatura por uno de sus alumnos; amor que termina en abuso sexual. Diez años más tarde, el muchacho torturado se ha convertido en un travestido drogadicto, desesperado por liberarse y convertirse en mujer. Es una película punzante e inquietante, una de las mejores de Almodóvar.

La semana pasada en Cannes, el director habló con Dana Thomas, de Newsweek, sobre la fe y su enojo con la Iglesia Católica.

Thomas: ¿Por qué perdió su fe en Dios tan joven?

Almodóvar: Desde los 9 años, cuando empecé a ir a ese colegio, me hice muchas de las preguntas que uno se hace a lo largo de la vida: ¿de dónde venimos?, ¿cuál es nuestro sentido aquí en la tierra?, y decidí darle a los sacerdotes y a la religión la posibilidad de darme esas respuestas. Esperé un año pero nunca llegaron. No soy consciente de haber tenido fe nunca, pero la idea de no tener fe, de ser agnóstico, surgió a los 10 años. Me habría encantado tener fe, pero como es algo irracional -- es algo así como un don de Dios -- pienso que Dios elige a las personas a las que va a darles fe y yo simplemente no salí elegido.

P: ¿Qué fue lo que generó su desconfianza en la iglesia?

R: En primer lugar, Dios nunca se manifestó a mis ojos de niño y sus representantes en la tierra sólo me dieron razones para desconfiar de ellos. Creo que lo peor que le pasó a la religión católica, que es un invento maravilloso, fue hacer que los sacerdotes enseñaran. Personalmente, ningún sacerdote abusó de mí, pero como en la escuela todos nos decíamos todo, sabíamos que pasaba. Muchos de los niños habían sufrido abuso, y sabíamos quiénes eran. De manera que cuando veía que los sacerdotes tocaban el cuerpo de Cristo y la sangre de Cristo, yo pensaba que esas manos estaban demasiado sucias para realizar el milagro de la consagración.

P: ¿Qué piensa de la condena de la homosexualidad por parte de la Iglesia Católica?

R: Personalmente soy completamente anticlerical y me declaro ferozmente contra la posición de la iglesia respecto de la homosexualidad. Hay una gran paradoja: sigue describiendo la homosexualidad como una enfermedad, y sin embargo el porcentaje de homosexuales en la iglesia es enorme. La esencia del problema es el celibato, que en mi opinión la iglesia tiene que enfrentar. Si no existiera la obligación de ser célibe, estoy seguro de que los abusos se reducirían en un 80 por ciento.

P: Sin embargo, pese a su horror ante los crímenes sexuales cometidos por los sacerdotes contra los niños, el sacerdote abusador de su película es por momentos digno de compasión, y en definitiva, patético.

R: Creo que es interesante describir a los personajes de estos sacerdotes en toda su complejidad para ver cómo los malos también pueden ser víctimas. El hecho de que haya sentido amor por algo prohibido no significa que el amor sea menos real o menos fuerte; es sólo que el sujeto de ese amor es prohibido. Es bueno ver en sus ojos el deseo y el placer, pero también la idea de vergüenza porque es consciente de que su amor es prohibido. Su tragedia es que no puede hacer nada para evitarlo.

P: En estos últimos años el tema del abuso por parte de sacerdotes ha sido explosivo en Estados Unidos, pero en Europa casi no se menciona. ¿Por qué cree que es así y cree que eso cambiará?

R: Creo que el problema tiene las mismas dimensiones -- no hay menos casos de abuso (en Europa) que en Estados Unidos -- pero se denuncian menos casos porque conlleva el estigma de la vergüenza para la víctima. A menudo los niños no confiesan el abuso a sus padres porque los padres se avergonzarían.

P: ¿Cree que su película servirá?

R: Cuanta más gente oiga hablar de otros casos -- que 11,000 casos fueron denunciados en Estados Unidos -- más gente los denunciará. No sé si mi película será de ayuda. Espero que sí.

(c) 2004, Newsweek Inc. Derechos Reservados.

 

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